El pequeño sabio –
Popular árabe
Cuatro mercaderes muy amigos en una racha de buena
fortuna consiguieron vender el total de sus mercancías en una sola
jornada y para celebrarlo decidieron refrescarse en una casa de baños
regentados por una anciana viuda.
Antes de entrar y para evitar malentendidos los
cuatros hombres dejaron dicho a la anciana que a no ser que los cuatro
estuvieran presentes no les entregase el dinero, así evitarían robos entre
ellos y la anciana accedió.
Sucedió que mientras se bañaban se dieron cuenta
que faltaba el jabón y uno de ellos decidió salir a pedírselo a la anciana.
– Vengo de parte de mis compañeros para que me dé
el dinero- dijo el pícaro a la pobre anciana.
– Eso no puede ser, no puedo daros el dinero hasta
que los cuatro estéis presentes y de mutuo acuerdo.
El mercader se acerco a la puerta de los baños y
grito a sus compañeros:
– La vieja no quiere dármelo si vosotros no me dais
permiso…así que gritadlo para que se oiga…
-Si vieja dáselo, dáselo y pronto- contestaron los
tres mercaderes que creían que hablaban del jabón.
La anciana pues confundida le entregó el dinero al
pícaro que escapo de allí como alma que se lleva el diablo.
Al salir del baño y entender lo sucedido los tres
mercaderes estafados y enfadados decidieron culpar a la anciana y llevarla a
juicio para meterla en prisión como única culpable del robo.
El día antes del juicio la anciana no cabía en sí
de pena y se puso a llorar en la puerta de su casa…
-¿Por qué lloras noble anciana?-La interrumpío un
niño de cinco años que la miraba triste.
-Déjame con mi pena…mañana iré a juicio y acabaré
con mis viejos huesos en la cárcel…
-Anciana…si me cuentas tu problema y te doy una
solución ¿Me darás una moneda para comprar avellanas?
-Si me das una respuesta- sonrío la
anciana ante la dulzura del niño- la tendrás.
– De acuerdo- dijo el niño tras oír la historia-
mañana te presentarás al juez con estas palabras:
Señor Juez, ellos me confiaron el dinero a
condición de que no se los entregará a no ser que los cuatro estuviesen
presentes, así que con sumo gusto si consiguen reunirse con su colega y venir a
pedirme los cuatros de mutuo acuerdo el dinero yo se los devolveré.
Al día siguiente el juez dejo libre de cargos a la
anciana ante la rabia de los tres mercaderes, y el niño dice que llegó a ser
unos de los grandes consejeros de la corte.
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